La banda no ha dejado de tocar
sigo apoyado en la barra
las camareras bostezan, aburridas
no nos podemos salvar
no nos podremos salvar
nunca nos pudimos salvar
no merece la pena que nos intentemos salvar.
En los pasillos se oyen los aullidos
de los que, desesperados, aún buscan un bote al cual subirse
no saben que no hay botes para todos
no saben que no hay botes para nadie
que nunca los hubo
fue una decisión del ingeniero
y lo que en los empleados es profesonalidad
en mí es vagancia
oblomovstschina,
dolce far niente,
lasciare venire la dolce morte.
Prefiero quedar bebiendo un té con limón
charlando con el director de orquesta
comentando la tercera de Brahms
y el adagietto de Mahler
aunque luego mi cama arda
solitaria balsa de sudor,
con mil sarmientos en brasa.
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