De tan recto
se dobló por tantos lados
que no le quedó ni siquiera un hueso sano.
De tan puro e inmaculado
se borró y desdibujó tanto
que ni la luz podía detenerse a su paso.
De tanto limitarse y reprimirse
se quedó encerrado en un vagón
de la que cuando quiso no pudo salir.
De tanto hacer reir a los demás
se le congelaron las lágrimas
como estalagmitas heladas.
De tanto vivir en los otros
se le murió el alma
como se seca una fuente secreta.
De tanto afán por complacer
se le agostó la hierbabuena
y se le quedó sin flores la camelia.
De tanto darse, de tanto regalarse por entregas
se quedó sin nada dentro
como un globo al día siguiente de la feria.
De tanto mirarse en el espejo de la multitud
se rompió en mil añicos
tantos que no pudo recomponerse.
De puro bueno, de puro generoso
se entregó tanto como un tonto,
como una oveja camino del matadero.
De tan inteligente se pasó de listo
y quedó, como un imbécil,
mirando el dedo en lugar de la luna llena.
De arder tan rápido no dejó nada
ni ceniza ni humo ni mecha
ni siquiera el recuerdo de la hoguera.
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