Eres estúpida (y no sabes cuánto).
Mientras besuqueo con mis dedos tus pechos
noto un vibrar extraño
que me induce a reflexionar sobre tus tetas.
Falsas.
Todo en tí es falso.
Como tu título de una universidad de mentira.
Sólo es cierto tu historial
los centenares de hombres con los que te has acostado.
Por eso, entre mi cuerpo y el tuyo una fina capa de unas 50 micras de látex
me proteje de Dios sabe qué y cuánto
látex, LaTeX (se pronuncia 'látej')
cada vez que escucho látex yo pienso en Donald Knuth, tú pensarás en sadomaso o Dios sabe qué
es normal
cuando tú experimentabas en la universidad con tu bisexualidad
yo lo hacía con láseres de Argón
Te podría explicar quién es Don E. Knuth, un Übermensch
(para que lo entiendas, una especie de Chuck Norris para los informáticos)
pero perderíamos tu tiempo y mi paciencia.
En una ocasión programó e introdujo un sistema operativo en un ordenador que se manejaba con ocho interruptores y un display
de una tacada
sin errores
funcionó
pero estaba hablando del TeX
Su primer libro de algorítmia se lo editaron por fotocomposición
a ti las únicas fotos te las habrán hecho, como yo, para desudarte y acostarse contigo
O peor, serás una de estas modernas que tintan en sepia con iPhoto y se creen artistas
Pues bien, para el segundo no había dinero
y el tío se inventó un lenguaje de composición de libros técnicos
y uno de descripción de tipografías.
No sé si es la tristeza post coitum
pero me he puesto a pensar en la estructura de la materia
La diferencia entre el grafito de un lápiz
y un diamante
(impurezas aparte)
es el orden
el orden cristalino de los átomos.
Por eso me apena la silicona de tus tetas.
Tantos blancos de silicio
Tantos substratos para muestras
Tantos chips
Tanta inteligencia desperdiciada.
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