La fiesta aún no ha acabado
pero hasta que anochezca
aún se puede jugar al fútbol,
cuando sea más tarde
será la hora de recoger.
La puerta ha sido trancada
a cal y canto.
El pobre perrín Chinchilla
ha sido encerrado fuera
para que no moleste
El único hueco
por el que su diminuto cuerpo peludo
podía colarse y jugar
(y por lo tanto inmiscuirse
e incordiar
en el mundo de los mayores)
ha sido tapado
con una caja de botellas
de CocaCola.
Sus quejidos,
agrios y lastimeros,
no logran conmover a ninguno
de los que apenas minutos antes
lo colmaban de mimos,
y son apagados por la música
y el griterío de los jugadores.
A su ama le encanta el nombre Chinchilla
pero yo casi creo profético
el otro nombre que le puso.
Lucas.
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