domingo, 9 de mayo de 2010

Tiento al Primer Tono

La mañana era fresca, mucho para ser Mayo, y era tan temprano que el mundo parecía todavía por estrenar. Los pájaros piaban con una fuerza tierna que hacía estremecer las pomaradas, y los toxos, tímidamente en flor y cubiertos de rocío, imploraban al cielo piedad, que, cubierto de un grueso manto de nubes, ofrecía un magnífico espectáculo a levante: sobre las obras de la autovía (cada vez más avanzadas) un rompimiento de gloria. De la otra parte del río unas nieblas cubrían los pinares cual cenefa de organda, decorando el vallle; en las cimas del cordal, tres molinos aquí, seis mas allá, girando acompasados, y lo seguirán haciendo, cual tímidos bailarines en una discoteca. Caballos y vacas puntas pastaban en la ladera, completando la estampa.
Poco después, un breve y espontáneo milgro. Las nubes más delgadas de la gloria se volvieron delgadas y brillantes, como de oro fundido; y una sutil guirnaldada de flores de caalabaza coronó por unos instantes el horizonte despejado sobre las cimas. Fue en ese momento cuando se sintió plenamente en comunión con la naturaleza, o si hacemos caso a Espinosa, con Dios.

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