martes, 18 de mayo de 2010

Mañana de ebriedad - Rimbaud

¡Oh, Bien mío! ¡Oh Hermoso mío! ¡Charanga atroz en la que
nunca pierdo el paso! ¡Caballete hechicero! ¡Hurra por la obra
inaudita y por el cuerpo maravilloso, por vez primera! Empezó
con las risas de los niños, en ellas terminará. Este veneno va a
seguir en todas nuestras venas incluso cuando cambie el son de
las charangas y seamos devueltos a la antigua inarmonía. ¡Oh
ahora nosotros tan dignos de estas torturas! Recojamos fervientemente
esa promesa sobrehumana hecha a nuestro cuerpo
y a nuestra alma creados: ¡esta promesa, esta locura! ¡La elegancia,
la ciencia, la violencia! Nos prometieron enterrar en la
sombra el árbol del bien y del mal, deportar las honradeces
tiránicas, a fin de que trajéramos nuestro purísimo amos. Empezó
con algunas repugnancias y termina — incapaces de
capturar al vuelo tal eternidad —, termina en desbandada de
perfumes.
Risas de niños, discreción de los esclavos, austeridad de las
vírgenes, horror a las figuras y a los objetos de aquí, sagrados
seáis por el recuerdo de esta vigilia. Habiendo empezado con
toda la zafiedad, he aquí que termina en ángeles de llamas y de
hielos.
Pequeña vigilia de ebriedad, ¡santa!, aunque no fuera más
que por la máscara con que nos has gratificado. ¡Nosotros te
afirmamos, método! Nosotros no olvidamos que ayer glorificaste
cada una de nuestras edades. Tenemos fe en el veneno.
Sabemos dar la vida entera todos los días.
He aquí el tiempo de los Asesinos.

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